26.4.07

Vaharada -dióxido- X

Desperté a los perros.
Aullaron porque vendí mi tierra.
El calor me hizo despertar
en un trozo de agosto.
Un cielo negro
con la estrella más grande de todas.
La coloqué sobre el pecho
junto a unas palabras tenues.
¿Y tú alma? ¿Dónde crees que haya ido?
Abrí la boca para que se fuera
ese potro que cae,
gota a gota,
sobre los murmullos que raspan el suelo.
Reconozco el sonido de esa voz...
Se riza la tarde en olor a pan y mugre.
Aquí no vive nadie.
Yo sólo pienso y me aparto,
para dejar dormir
en su armisticio de caza,
a la jauría.

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